La sociedad de las virtudes virtuales

Por Dr. DANIEL DEBO ARMENTA. UASLP México

Resumen

La sociedad de hoy en día se encuentra volcada en hacer visibles sus virtudes en lo “online”, olvidándose por momentos que su vida “offline” volverá al hacer clic a su dispositivo, esta vida no siempre será congruente con lo que se ha manifestado en las redes sociales, construyendo con estas actitudes una sociedad de virtudes virtuales.

Abstract
Today’s society is increasingly focused on showcasing its virtues in the online world, often forgetting that the offline life inevitably returns with a single click. This offline reality does not always align with the idealized image projected on social media, leading to the creation of a society built on virtual virtues.

El Diccionario de la Lengua Española (DLE) define la palabra “sociedad” como:

  1. Conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes.
    f. Agrupación natural o pactada de personas, organizada para cooperar en la consecución de determinados fines.Este concepto parece un tanto simple, porque se sabe que la sociedad ha pasado por diferentes clasificaciones no solo organizativas. Fried (1960) y Service (1971) encuentran diferencias entre distintos tipos de sociedad y mencionan que hay sociedades compuestas cazadores, por recolectores, mismas que después evolucionan sus estructuras en cacicazgos, en sistemas feudales, en sociedades industriales, o en civilizaciones que estas últimas no son más que sociedades complejas jerarquizadas (como el Estado).

Lenski (1974) hace una diferenciación de varios tipos de sociedad en función del uso de la tecnología, de la evolución de sus procesos en comunicación, y de la economía que desarrollan. Entonces encontramos sociedades o formas de unión social en las cuales la caza, la recolección, la agricultura, los procesos industriales, culturales, y económicos, dieron paso a nuevos tipos de sociedades. En este sentido, Humberto Daza (2010) menciona que los cambios sociales y las nuevas dinámicas mundiales han propiciado la aparición de conceptos o términos que interpretan de manera parcial o aproximada el concepto de sociedad, como: la sociedad industrial, la sociedad moderna, la sociedad de la información (Masuda, 1968; Castells, 1995), la sociedad del conocimiento (Drucker, 1970), la sociedad del espectáculo (Debord, 1967), la sociedad de la trasparencia (Byung Chul, 2012), la sociedad digital (Terceiro, 1996, Negroponte, 1998).

Si se habla de la sociedad contemporánea, dadas sus características, quizá se haga referencia a una sociedad digital. Rivera-Vargas (2018) la identifica como la consecuencia directa de la consolidación de la sociedad de la información (Castells, 2001; Bell, 1973) y la sociedad del conocimiento (Drucker 2012), en la cual las prácticas comunicativas, productivas, políticas, sociales y culturales se realizan a través de los medios digitales (Mossberger, Tolbert y McNeal, 2008). Dinámicas que no son exclusivamente en el contexto digital (online), sino también en el contexto físico (offline). Una sociedad que aparentemente se encuentra dividida en dos, pero que según Hine (2015), lo físico es complementario de lo digital, sin contradicción.

Si se hace referencia a una sociedad hibrida (análoga/digital), esta debe evidenciar distintos usos de las TIC en los espacios (online/offline) donde se organizan las personas. Esto da paso a la aparición de nuevas dinámicas que influyen en las formas de interacción, mismas que no solo pueden modificar, transformar o evolucionar los procesos de información y comunicación, sino redefinir conceptos como: la identidad, el tiempo y el espacio, resignificando y trasformando también los contextos sociales, culturales, económicos y políticos (Castells, 1997), que comienzan en un primer momento con la inclusión, apropiación y uso de los artefactos o dispositivos electrónicos que forman parte de una nueva cultura, una especie de “cibercultura” (Lévy, 2007), es decir, una sociedad entorno a lo digital.

La aparición de este nuevo entorno tecno-social, mediado fuertemente entre los dispositivos digitales y las practicas sociales requiere también de nuevas competencias que permitan al usuario a gestionar esas interacciones sociales, además de crear nuevas habilidades que le permitan desenvolverse en los espacios digitales y análogos, así como en la dinámica de lo publico y de lo privado. Y es que la digitalización del mundo le ha permitido también modificar la manera en la que produce, almacena, recibe y difunde de la información.

Esta sociedad en la actualidad confluye casi permanentemente en la red, un lugar común (de conectados y no conectados) donde ocurren interacciones, intercambios y diversas acciones sociales (política, economía, cultura, etc.) mediados por dispositivos electrónicos conectados a internet. Crovi menciona que: “la apropiación de la tecnología es un proceso situado, participativo, que ocurre en un espacio sociohistórico determinado y que modifica las prácticas culturales cotidianas” (2012: 159). Mismas prácticas que han sido transformadas en bits como predecía Negroponte (1995). Por ello en esta sociedad contemporánea, los individuos pueden conectar con otros y transformar los sistemas materiales y los sistemas simbólicos, así como los procesos de información y comunicación, a partir de las interacciones sociales y las prácticas culturales mediados por las TIC (Roca, 2012).

Hay que recordar que las interacciones en la sociedad digital son generadoras de capital social cultural, que confluyen en espacios (redes sociales digitales) donde se da la identificación, representación y resignificación de la identidad (Meneses, 2015). Así como los elementos que dan soporte a la identidad, los valores, la moral y la ética en contextos sociales (online/offline).

Es importante tomar en cuenta que estas trasformaciones socioculturales se reconfiguran por que la digitalización del mundo plantea nuevas relaciones y percepciones de la sociedad. Por ejemplo, la percepción de la dimensión espacio temporal, que ante el uso de las herramientas digitales permitió la aparición de un actor “digital” (virtual) que también ha dividido en dos el tiempo y el espacio en contextos offline y online, es decir nuevas (re) configuraciones de lo tangible e intangible, una omnipresencia que le es otorgada por lo digital.

Sin embargo, la sociedad digital no solo trae consigo la aparición de nuevos usuarios, prosumers (Toffler, 1980) y webactors (Pisani y Piotet, 2009) que ya no solo utiliza el internet como consumidores o productores de información, sino que la construyen a partir del contenido que genera, organiza y comparte, es decir, lo mismo ocupa un lugar pasivo que activo en los procesos de intercambio de información y comunicación, así como en las dinámicas de conexión con otros.

Y es que el internet y las redes sociales digitales son un espacio, para desarrollar competencias en la acumulación de datos, el incremento de la capacidad de síntesis, el desarrollo de un sentido de diversidad, así como la búsqueda de relaciones y la visibilidad exagerada de una capacidad deliberativa. Misma que le permite “mostrar” las acciones individuales y colectivas dentro y fuera de la red a todos los demás usuarios, esto es posible ya que al hacer uso de la hipervisibilidad que proveen estas tecnologías, cada individuo cuenta con estos espacios online para fácilmente ser visto, y poder convertirse en tendencia, con tan solo contar con un dispositivo electrónico conectado al ciberespacio.

La sociedad digital influye a los individuos a ser transparentes y estar expuestos totalmente en la red, esa misma sociedad exige que el individuo de cierta manera (re) programe su identidad, su cultura y la manera de relacionarse (Vázquez Medel, 1999). Lo cuestionable de esa programación es que crea ambivalencia entre la vida offline (real) y la vida online (virtual), ya al estar expuestos a tantas y tan fugaces manifestaciones de identidad, de valores,,se tiende a reprogramarse de manera rápida. Así la identidad (y todo lo que tiene que ver con esta) se define y redefine, una y otra vez, en interacción con otras sociedades online/offline (García Canclini, 2001). La identidad entonces se construye en virtud de la relación con el intercambio que se da con los otros, en el constante “ir siendo” (online/offline) y de acuerdo con nuestras referencias espaciotemporales entre lo que creemos ser y lo que queremos llegar a ser (Vidal, 2004).

La virtud

Un problema que se ha percibido en la sociedad digital es que no se identifican referentes éticos en el mundo digital, ya que no existe en si una ética que responda a los desafíos y retos de los usuarios el uso del internet, de sus herramientas (aplicaciones) y las redes sociales, y es que la sociedad digital requiere referentes éticos ante las nuevas generaciones y los diversos estilos de vida que la tecnología permite crear (Balladares, 2017). Si bien se podría reflexionar sobre la ética en la sociedad digital, es conveniente dado los primeros acercamientos de investigación en las redes sociales, que la virtud es un concepto con el que puede entrelazar el concepto de sociedad con el concepto de lo virtual, no ante la obligación moral, sino como la acción del actor social. Vázquez (2001) expresa que las tecnologías digitales obligan a repensar y redefinir conceptos como la libertad y la autonomía de las personas, este autor identifica cuatro cuestiones en la que la tecnología influye en la conducta humana:

  1. La nueva forma de enfrentarse con la realidad
  2. La forma de percibirla
  3. El modo de analizarla
  4. El sistema mental de “codificada”
  5. La dinámica tecnológica según este autor supone que esta “tecnofilia” produce un culto desmedido al “poder liberador”, y sus instrumentos pueden crear un virtual “simulacro sistemático” que al cubrir la realidad nos aísla de ella, y que tiene la capacidad de secuestrar la identidad, por ejemplo, da la sensación de pertenencia, de libertad y la ilusión de ser un buen ciudadano, con cualidades y virtudes que se dan por ciertas, pero en realidad se trata de una media verdad. Se propone en este artículo, que la reflexión debe hacerse sobre el concepto de virtud, más allá del concepto de ética. Ya que este va a incidir en los conceptos de “sociedad y “virtual”. Es decir, que este último concepto será influenciado por la virtud.Según el DEL, virtud es una acción virtuosa o recto modo de proceder, también es:
    f. Actividad o fuerza de las cosas para producir o causar sus efectos.
  6. f. Disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza.

El concepto filosófico de virtud describe una cualidad positiva (natural o adquirida) estable de una persona. Un concepto recurrente de análisis de los filósofos en la antigua Grecia. Sócrates, por ejemplo, pensaba que la virtud era conocimiento. Para este filosofo la virtud era un concepto que tenía que ver con la política, el diálogo y con la oratoria, también fue vista como una búsqueda de la justicia, la obediencia y respeto por las leyes que se veían debilitadas por comportamientos individualistas, demagógicos y de adoctrinamiento

Para Platón, la virtud era la unión del cuerpo (mortal) con el alma (inmortal) y en la que se basa la razón y el conocimiento, divide la virtud en cuatro categorías: prudencia, fortaleza y templanza1 y la justicia como la armonía que resulta de las tres anteriores. Para Platón la falta de virtud es debida a la ignorancia, identificaba a la virtud con el saber a reducir todas las virtudes en a la unidad practica de la ciencia. Aristóteles por su lado pensaba que la virtud era la unión del cuerpo con el alma representada en acciones, identifica dos tipos de virtudes: las éticas (la parte irracional del alma) y las dianéticas (la parte racional del alma), Aristóteles considera la virtud ética como un hábito. Aristóteles expresa los virtuosos aprendieron del ejercicio de buenos hábitos, y con tiempo y experiencias para ejercitarse en estos, las acciones están relacionadas con la virtud y la felicidad.

Se puede suponer que la sociedad (como todas las sociedades que la preceden) está preocupada por resaltar características únicas que marquen la diferencia y puedan ser referencia en cuanto a virtudes de bien, de verdad y de justicia (principalmente), en la sociedad industrial se pueden encontrar dos enfoques opuestos relacionados con la virtud, por ejemplo: Saint Simon22 (1824) expresaba que la sociedad industrial era la fuente de toda riqueza y prosperidad, que en lo “industrial” residían todas la fuerzas de la sociedad y ahí se realizaban plenamente las virtudes del hombre (libertad, bienestar y felicidad). Marx pensaba que una necesaria una transformación de las condiciones de vida de la humanidad, aspirando a erradicar la desigualdad y la injusticia, mediante a través de la transformación de la realidad social, del cambio de pensamiento y de los valores, esto por medio de la practica revolucionaria que se da en el proceso de la educación, alejados de la ideología, y de un estricto sentido moral, religioso y metafísico.

Por ello esta propuesta reflexiva sobre la virtud en las sociedades modernas se apoya del análisis sobre el discurso moral moderno que realiza Alasdair MacIntyre (1981), en el, el autor sostiene que las virtudes solo pueden ser comprendidas a través de su relación con la comunidad de la que provienen, y por ello hace un recorrido histórico conceptos de virtud de la antigüedad y los compara con los modernos. Por ello se retoma la idea de que cada sociedad construirá sus propias virtudes de acuerdo su dinámica de relación, Bizelli (1992) por otro lado, explica que la virtud depende del esfuerzo individual al interpretar el mundo.

Surge entonces la pregunta: ¿qué virtudes busca alcanzar la sociedad digital? Si una de las cualidades más sobresalientes es su gran capacidad para generar inteligencia colectiva, la generación de conocimiento y por tanto una redefinición de conceptos de justicia ante el ejercicio de buenos hábitos encaminados hacia la felicidad. No solo individualmente sino de forma colectiva, ya que la red que genera la sociedad digital permite la conexión de los individuos para construir proyectos y conseguir objetivos ante la oportunidad de acceder, apropiarse y acumular conocimientos y la facilidad para compartirlos.

No se debe olvidar que la sociedad digital es una sociedad hibrida, un constructo entre la sociedad del conocimiento, la sociedad de la información y la sociedad liquida, esta sociedad de la cual Bauman (2000) le atribuye la metáfora de la “liquidez”, en la cual se da cuenta que este tipo de sociedad contiene una precariedad en los vínculos humanos, que evidencia un carácter transitorio y volátil de las relaciones humanas y por lo efímero de los principios éticos que parecen inciertos, una característica que ofrece la realidad virtual. Una sociedad liquida que genera relaciones, valores, y sentimientos líquidos.

Bauman no es el único que ha pensado sobre las características de las sociedades postmodernas, Byung-Chul Han (2014) hace una descripción de la sociedad contemporánea en la que la trasparencia pudiese ser la virtud, una sociedad que no busca ocultar nada, que puede ser tan “limpia”, tan “justa,” tan “bella”, porque la constante exposición es la forma de visibilidad. Sin embargo, la sociedad según Byung-Chul, es una total exhibición pornográfica, que ilumina y evidenciar todas las acciones sociales, aun siendo estas privadas, el autor señala que la sociedad es un escenario donde la intimidad se convierte en un objeto de consumo, mientras se busca exponer, lo justos, lo bellos y verdaderos que pueden llegar a ser, ante el deseo de mantenerse a la vista de los demás el mayor tiempo posible.

Quizá es por lo que en esta sociedad se busca resaltar en lo online una imagen “única” ante los otros, una con la mayor cantidad de virtudes posibles y con esa transparencia que menciona Byung Chul (2014b), una sociedad positiva e igual, que de cierta manera busca impedir que la sociedad negativa visibilice los vicios o excesos que seguramente serian visibles en lo offline. Por lo que esta sociedad constantemente busca representarse como una sociedad de virtudes que parecieran reales, pero raramente lo son, menciona Byung-Chul, (2013):

“El imperativo de la sociedad de la transparencia hace sospechoso todo lo que no
se somete a la visibilidad, en eso consiste su violencia”.

En este sentido Aristóteles, plantea que las virtudes son una serie de hábito visibles que dan fortaleza contra la debilidad que nos provocaría caer en un vicio, así como también es la energía que nos impide corromper una virtud por el exceso. Sin embargo ¿cómo podemos tener hábitos que conduzcan a las virtudes en lo offline y en lo online? si la sociedad del cansancio (Byung-Chul, 2014) es una sociedad que no reflexiona sobre las acciones y que constantemente está siendo motivada “a hacer algo”, una especie de movilidad intensa que impide llegar al sentido profundo de las cosas, también por el sentido creado de no tener el tiempo suficiente incluso para pensar y reflexionar.

Esta misma sociedad es incapaz de quedarse quieta a contemplar con paciencia, porque sus ojos están siendo acostumbrados a estar el mayor tiempo posible estimulados por las imágenes virtuales “que son la verdadera realidad hoy en día” menciona Slavoj Zizek. Es precisamente esta estimulación la que hace interactuar al usuario de las redes en el mayor número de “lugares” online reduciendo de manera importante el contacto en el mundo offline según Turkle (1997).

Paradójico que, esta sociedad se encuentra interactuando mayormente vía dispositivos electrónicos, minimizando el contacto físico y trasmitiendo en tiempo real todos aquellos estímulos “reales” y toda la información que se encuentran (o no) experimentando en esos contextos, todo esto sin necesidad de hacer grandes esfuerzos, bastan un par de clics para reaccionar de manera digital a todas estas manifestaciones visibles en los aparatos digitales, esta nueva dinámica entre los usuarios (offline/online) se encuentran construyendo intercambios, narrativas, y reacciones que se realizan con ayuda de símbolos, signos e imágenes . Entonces hay seres humanos manifestando emociones con mínimos movimientos del cuerpo, seres humanos yendo y viniendo de los espacios y los tiempos offline a lo online reconfigurando todas sus interacciones físicas y virtuales.

En resumen, se puede afirmar que la red es el mercado donde la sociedad digital produce, comparte y consume “intimidades” (Byung-Chul, 2014). Cuestiones privadas hechas públicas, que confluyen también con valores, dilemas morales y éticos en un escaparate (Facebook, Twitter, Instagram) para su exhibición y comercialización. Todo esto ante la búsqueda de fortalecer un proceso de construcción de virtudes. Que pueden convertirse en los “objetos de gratificación” ante otros individuos, actores y usuarios en las redes sociales digitales, desde esta reflexión filosófica, antropológica, se piensa que cuanto mayor es la virtud, la admiración o la sobreexposición, más oportunidades de ser visto, admirado, aplaudido, y hasta viralizados, es una opción única, real, y legitima de volverse “trending”.

Entonces el ser humano que se encuentra (re) construyendo su identidad en una sociedad digital, que también es líquida y que busca su transparencia, una sociedad en la que el objetivo del ser humano que busca ser “trending topic” el mayor tiempo posible, que busca marcar una diferencia dentro de una sociedad heterogénea, es la misma paradoja de la red, volverse efímero o volverse permanente (depende del rating) en lo online, no lo offline, ya que hoy en día se está más conectado con otros en la virtualidad más que en el mismo espacio físico (Turkle, 1997). Por lo tanto, las manifestaciones éticas, la evidencia de las virtudes es de gran importancia para los que confluyen en la sociedad digital que en cierto punto puede ser virtual.

Lo virtual

Pero ¿qué es lo virtual? Según la RAE es:

  1. adj. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente
    en oposición a efectivo o real.
  2. adj. Fís. Que tiene existencia aparente y no real.

Antoni Biosca (2009) menciona que: parece claro que el significado actual del término virtual que lo relaciona con internet y la alta tecnología informática –como los simuladores de realidad– procede de la expresión “realidad virtual”, acuñada por el informático Jaron Lanier a principios de los años 80. Dado lo reciente de la acuñación de la expresión, ésta todavía compite con otras expresiones de significado semejante, o idéntico, como son “realidad artificial” – ésta quizá ya un poco pasada de moda– o “ciberespacio”.

A partir de incluir el concepto de ciberespacio, se puede pensar que dentro de estos existe una sociedad aparente y no del todo real, una sociedad que en la que acceso a ella es a través de los múltiples aparatos tecnológicos conectados a la internet, es decir, una realidad creada a partir de ordenadores, que tiene una existencia aparente, pero no real del todo y esta puede ser modificada por la interacción del ser humano mediante el uso de las herramientas tecnológicas con las que cuenta, es decir, la sociedad digital, puede “aparecer” y “desaparecer con” un par de clics.

Es pertinente reflexionar sobre lo que es virtual, pues es “eso” que puede modificar la realidad, pero es inexistente. Lévy (1995) reflexiona sobre este hecho, y menciona que lo “virtual” expresa la ausencia pura y simple de existencia, en la que lo “real” se presupone como la realización material, la presencia tangible. Por tanto, si agregamos el adjetivo de virtual a la virtud esta podría ser real en cuanto la acción a la que está relacionada sea tangible, posible de volverse material (incluso una acción). Mientras tanto la virtud permanezca en lo virtual, está no podrá convertirse en acciones como explicaba Aristóteles, lo virtual puede verse entonces manifestado en el uso de las redes sociales digitales, donde se ha construido una sociedad que virtualmente “puede” ser.

Las virtudes virtuales

El uso de las redes sociales modifica las dinámicas sociales, pero en una realidad que es (in) tangible y que puede o no ser real. Por ejemplo: un aula virtual cumple el mismo objetivo que un aula física, pero en realidad no es tangible. Por otro lado, también se realizan compras online que se hacen “reales” cuando la compra material llega a casa. Se puede decir entonces que la realidad virtual permite que las personas puedan manifiesta virtudes virtuales que en realidad son inexistentes en el mundo offline, sólo existen en lo online y por lo tanto son aparentes o bien no reales.

Estas virtudes virtuales se pueden percibir como algo separado de lo offline y lo online, como universos paralelos, siendo realmente universos complementarios. Según Hine (2005), lo online es una extensión de lo offline, no un espacio aparte, aunque ambas realidades aparezcan y desaparezcan de las pantallas. Esta nueva dinámica digital de los seres humanos visibilizando sus “virtudes” en forma de recursos que evocan su “verdad”, su “justicia”, su “belleza”, son manifestaciones que confluyen o se contraponen a las de otros, lo que puede convertirse en un torrente virtudes virtuales que buscan exhibirse en una sociedad que es tan offline como online.

Esto implica la constante lucha por defender y sobreponer puntos de vista (aun contrarios) por encima de otros que buscan legitimar un pensamiento propio como “verdadero” ante el de otro. Aunque ese “otro” en la realidad es uno, pero puede ser virtualmente otros tantos (Vidal Jiménez, 2003).

Esto no es un fenómeno exclusivo de personas o usuarios, también hay instituciones buscando representarse como organizaciones con altos valores de justicia, de igualdad, apropiándose de discursos multimedia para tratar de alcanzar esa “virtud” tan ansiada por todos. Por lo que es importante saber que las redes sociales permiten estos discursos ya sea personales o institucionales sobre la “libertad”, la “justicia” y la “belleza”, discursos que (co) existen con diferentes corrientes que están a favor del“racismo”, de la “guerra” y que justifican actos de violencia con la firme idea que también están promoviendo virtudes virtuales.

El fenómeno de los “Lords” y las “Ladies” en México podría ejemplificar esta “sociedad de virtudes virtuales”. Sociedad virtual que expone de manera viral y bajo la consigna de quien lo expone, asuntos relacionados con la justicia, la moral y hasta las buenas costumbres. Críticas contra la corrupción, la prepotencia, la sexualidad libre, la moral y la falta de valores que son expuestos en las redes sociales, estas manifestaciones han dado el papel de juez a todos aquellos que puedan ver, comentar y compartir estas publicaciones.

Como si las redes sociales fueran un foro exclusivo de personas con altos estándares de justicia y libertad, que señalan, critican y juzgan actos humanos que se dan en lo offline, pero que se expresan en lo online, como una forma de legitimar puntos de vista virtuales que contrastan con lo evidente en el mundo tangible, donde no hay manera de negar lo que es visto. La creación de una sociedad paradójica que por un lado es ética y moral en el plano virtual y una sociedad no ética e inmoral en el plano real o viceversa.

Todo esto en el entendido que las personas al usar las redes sociales pueden ser todo lo que quieran ser, estas redes permiten incluso construir el espacio a su antojo, pudiendo transformar también lo que son en realidad para ser virtualmente quien quieran ser, pueden ubicarse en cualquier lugar, decir y hacer, con la absoluta libertad de (re) construirse al antojo de su capacidad imaginaria, apoyados en las herramientas tecnológicas, esto incluye la identidad y los valores, la ética y la moral que la construyen, todo esto ocurre olvidándose por completo que volverá de esa realidad virtual también con un clic.

Las evidencias de que se pueda estar experimentando una “sociedad de las virtudes virtuales” surgen diariamente, casos tanto de personas como de instituciones, de países, de corporaciones. Que por un lado se presentan con cualidades, hechos y valores limpios, justos, con cierta calidad moral. Pero después aparecen en las mismas redes sociales como enjuiciados de actos que no pudieron cumplir de su discurso virtuoso. Y es que:

“Los medios de comunicación están jugando un doble papel, a veces contradictorio, en el proceso de socialización cultural de los ciudadanos: por una parte, tienden a estereotipar y homogeneizar la cultura de las personas, pero, por otro lado, también cumplen el papel de ser vehículos difusores de una nueva mentalidad”. (Area y Ortiz, 2000).

Homogenizar en el sentido de convertirse en jueces y sensores, guardianes de las  buenas costumbres, de la moral y los valores, aun pasando las reglas básicas de  civilidad y respeto. Medios de comunicación y redes sociales se convierten en difusores actores con una responsabilidad moral, con una mentalidad de jueces que incluso pueden ser tan absurdos buscando señalar los vicios (que impiden la virtud) sociales como si con ello se tratasen de exculparse o separarse de la misma sociedad que  juzgan y señalan, virtuosos virtuales, jueces, y ejecutores.

En Facebook, los ciudadanos se encuentran ante un hecho que parece inmoral, carente de  valores, infame y se solidarizan estereotipándose mayormente como personas “justas”, “honestas” e “inmaculadas” participando con sus juicios, opiniones, reflexiones, pero no hechos. Un contexto muy participativo para la visibilización de estas virtudes virtuales son las cuestiones políticas, un  espacio y contexto donde se hace evidente “la sociedad de virtudes virtuales”.

“Estamos ante la ética de los fines, o de la situación, pero también del consenso: si hay  consenso, la cuestión es válida. El mundo y sus realidades más profundas se someten a plebiscito,  para decidir si constituye algo positivo o negativo para la sociedad, porque lo importante es lo que  opine la mayoría”, escribe Fernández (2015). La sociedad, así como la ética, la moral y los valores  son dinámicos, es decir, en lo real los límites entre encontrar un hecho inmoral dependen de lo que  en la realidad se observa, y del consenso que se genera en lo local, mientras que en lo virtual es el  consenso de la mayoría que ha visibilizado el caso. Por lo que aparentemente no es lo mismo juzgar  un acto de infidelidad del presidente de Francia, con la infidelidad de una ciudadana mexicana,  mismo “juicio” pero que contrasta en contextos en los cuales también el juicio será diferente, por  ejemplo: en un principio si se trata de la infidelidad de un hombre o de una mujer y de ahí a todas  las opiniones vertidas en la red respecto al caso.

Es evidente que, a pesar de ser un acto de infidelidad, el peso del juicio recae en aquellos  que opinen sobre el hecho, basta analizar una de estas publicaciones para saber quién de las tres  personas recibe juicios, señalamientos y sentencias más duras, o cuales juicios o sentencias son  más benévolas o incluso el ser culpado y exculpado dependerá de un consenso general en la que  todos los reunidos ante tal suceso puedan darse la oportunidad de opinar, señalar y juzgar. La aparición de los virtuosos virtuales es evidente.

Los virtuosos virtuales entonces pueden ser los individuos que manifiestan sus virtudes que  potencialmente pueden pasar de lo virtual a lo real a través de la acción, es decir, materializar la  virtud. Se pude decir que ante el “otro” virtual existe la posibilidad de semejanza con el “otro”  real, en “La sociedad de las virtudes virtuales” es un fenómeno que se da por el rol tan activo de  un ciudadano virtual, un hombre que a través del contacto con la red ha modificado tanto de él que  quizá difiera de lo que es en realidad, este hombre ha transformado incluso las significaciones  sobre conceptos como los de justicia, ya que pasa de ser un concepto de cierta manera local en su  interpretación a convertirse en una cuestión planetaria (Bauman, 2000).

Conceptos como los de: libertad, democracia, y otros tantos, se adaptan a lo que la mayoría de las personas en el entorno virtual definen, es que la red y su inclusión en los sistemas sociales (todos) sin importar idiomas, estatus social, ideología o situación política es un contexto universal muy influyente. Es importante señalar que a la humanidad pocas cosas podrían impedir conectarse a esta red y comenzar intercambios, y exponer todas lo que pueda pasar por la mente, haciendo del espacio online un escaparte social virtual.

Aunque lo virtual es una extensión de lo real mediado a través de dispositivos, esto crea una sociedad que difiere de lo real de muchas maneras, en manifestaciones culturales, sociales, y hasta humanas. No se pueden dejar de ver las cuestiones donde se involucran cuestiones morales o de valores, ya que eso también define a una sociedad en su conjunto, se puede decir que el cómo actúa es una fotografía y un reflejo de como son los ciudadanos.

Entonces estamos ante una sociedad de virtudes virtuales, una sociedad que dentro de las redes sociales hace uso de imágenes y representaciones que no son corresponden a lo real, la política, las instituciones y empresas han hecho publicaciones en las redes sociales en las que se les ha cuestionado su forma de proceder, muchas de las veces con temas polémicos, en la que posteriormente se disculpan por un comentario o imagen que no “necesariamente” va con los valores con los que se rigen.

En este sentido Cortina (2007) menciona que: nadie puede exigir a otro que viva según un modelo, puede invitarle a seguirlo. Pero una sociedad si puede exigir a los ciudadanos que vivan según unas orientaciones de unos mínimos de justicia (libertad, igualdad, dialogo, respeto) compartidos por las morales de máximos. Y esta moral cívica orienta la legalidad, que no sólo se exige, sino que se impone, si es necesario, mediante sanción. (p.83).

Pero estos mínimos de libertad son tan flexibles que permiten linchamientos, señalamientos y esto puede provocar fenómenos más serios, más delicados,

“La sociedad de las virtudes virtuales”

“La sociedad de las virtudes virtuales” es una consecuencia de la poca educación sobre las redes, sobre los alcances e impactos que tienen estas comunidades, ya que las personas al relacionarse en ellas que según (Hine, 2004: 5) son un tipo de agregaciones sociales que emergen de internet cuando suficientes personas se mantienen en una discusión pública, durante suficiente tiempo, y con suficiente sentimiento humano como para establecer redes de relaciones personales en el ciberespacio, crean mareas de información, en el mayor de los casos efímeras y que mayormente lapidan, linchan o descalifican al otro.

Esta misma sociedad offline/online que no está consciente de los alcances de hacer visibles sus virtudes en las redes, es una sociedad que está desinformada y tendenciosamente toma partido defendiendo actos deshonestos, manifestándose como una sociedad de ciudadanos honestos, con valores sociales firmes y participativos de todo aquello que “beneficie” a su grupo, a resaltar las virtudes de su persona, pero esto sólo en un contexto que por lo dinámico de sus intercambios terminaran por diluirse en torrentes de nuevos acusados por señalar.

“La sociedad de las virtudes virtuales” como el gran tribunal, lleno de controversia y en donde todos podemos ser señalados, acusados y enjuiciados por una sociedad tan voluble, y tan flexible como su moral y sus valores virtuales, aquellos que fácilmente se exponen online, pero difícilmente se realizan en lo offline.

Se transita en una sociedad que pasa más tiempo exaltando lo que “no es”, que da una falsa idea de lo que “es” en realidad, una sociedad tan perfecta como los más bellos espejismos, pero que detrás de ésta, aún hay una sociedad con carencias profundas, en humanidad, en valores y realidad.

Es importante mantener el proceso comunicativo (no hiper conectado) también fuera de la red, pues este permite la retroalimentación entre dos o más personas, sino que también ofrece la alternativa de apropiarse (narrarse) en espacios, tiempos no digitales, y como consecuencia lleva a crear lazos emotivos (sensibilidad). Este tipo de comunicación abre la oportunidad de reciprocidad de valores, justicia, respeto, virtudes si representadas en lo real. Lo anterior para poder incrementar las relaciones e intercambios personales de información más allá de la aparente eficiencia y rapidez que otorga la tecnología. Recuperar el cuerpo como canal y medio de transmisión de información y de significados que parece se ha vuelto obsoleto en esta sociedad de la hiperconexión que resulta en esa sociedad virtualmente que no llega a ser.

Bibliografía:

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